Nuestra soberanía está intacta. Podemos sentirnos verdaderamente orgullosos de que este buque patrio se hunda en nuestras aguas y que no se lo haya podido llevar ningún fondo buitre. Es argentino y se hunde acá, canejo! Este barco que logró sobrevivir a la guerra de Malvinas no podía escapar del mayor exponente de nuestra idiosincrasia: el abandono y la desidia. Tenemos todo el derecho del mundo a dejar que tenga el mismo destino que el resto del país. Un bote hundido en un país al que lo tapó el agua es un gran motivo para sentir la efervescencia de la sangre criolla bailando malambo en nuestras venas taponadas por dulce de leche. ¡VIVA LA PATRIA!
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