Tanto el conflicto del gobierno con las fuerzas represivas formales de gendarmería y prefectura, como los problemas de los clubes con los "barras" motivaron la posibilidad de que se puedan llegar a usar estos últimos, ya no como "fuerza de choque informal", sino que pasen a ser reconocidos institucionalmente. Básicamente mantendrían sus tareas de apriete, violencia, mercenari-smo, mafia, negociados, etc. pero ahora lo harían con uniforme verde en lugar de camisetas de diversos clubes. Con este cambio de ámbito los mercenarios del fútbol podrían dar rienda suelta a sus habilidades y evitar los inconvenientes del "derecho de admisión" en los estadios. Además ya han demostrado ser bien eficientes para servir no solamente a empresarios futbolísticos, sino de toda gama y también a funcionarios públicos a la hora de matar, perseguir, amenazar y concretar "transacciones no formales". Ahora tendrían la posibilidad de llevar a cabo estas aptitudes vocacionales pero con uniforme. Los "especialistas en este tipo de cosas" opinan que si los barras arreglan por una tarifa menor que los gendarmes por el cumplimiento de los servicios en cuestión (asesinar, golpear, amedrentar, recibir coimas, abusar de su fuerza, garantizar y ejecutar el crimen organizado, etc) tendrían grandes posibilidades de vestirse de verde. Este marco de legalidad que pretende darse a los "barras" solucionaría por un lado la violencia en el fútbol y por otro el del conflicto salarial/sublevación: "
Cambiado el perro por otro más fiel, se acabó la rabia", expresó la ministra de seguridad Nilda Garré.