jueves, 9 de septiembre de 2010

Infierno.




Cansado de la insoportable eternidad del limbo, me lancé en la inalcanzable empresa de encontrar el infierno. Busqué en la inmensidad interminable de la galaxia. En la nimiedad atómica y molecular. Me sumergí en lava ardiente. Recorrí los fondos de todos los océanos. Excavé la tierra hasta lo imposible. Exploré, una a una, toda forma de vida y su entorno. Intenté en la maldad, la corrupción, la injusticia, el abuso y la intolerancia. Naufragué en lo abstracto y colisioné en lo concreto. Me abandoné a la locura y a la angustia. Nada. Luego de agotar todas las posibilidades, me esperancé en la inercia. Tampoco. Ni el vacío ni la plenitud.
Una voz incorpórea se burló de mí. La increpé con orgullo, pues sabía qué lo había intentado todo. Había realizado incontables hazañas diferentes para llegar a mi objetivo. Precisamente, dijo entre risas punzantes, el infierno es, ni más ni menos, que hacer todos los días de tu existencia la misma miserable cosa.
LIBERTINO PROUDHON.

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