martes, 26 de octubre de 2010

Soldaditos




El niño Richard Cleetoh era muy especial. No solamente podía tener todo lo que quisiera, sino que además poseía, a pesar de sus tiernos ocho añitos, una increíble y madura visión sobre sus metas y las maneras de concretarlas. Lo que más le gustaba en la vida era jugar con soldaditos. Los tenía todos, de cualquier parte del mundo y de cualquier tamaño, color y variedad; incluso algunos estaban hechos de oro y diamantes. Lo que más odiaba era a esos otros chicos tan diferentes a él, que lo miraban sin ver cada vez que su chofer lo llevaba en su limosina. Desde el otro lado de los vidrios polarizados, Ricky los aborrecía por temerles.
Un día despertó antojado por un nuevo soldadito. Uno que lo hiciera tan felíz que olvidase sus temores. Pero por más que se rompió su privilegiada cabeza, no pudo dar con ningún modelo original que no formara ya parte de su interminable colección. Y fue entonces cuando ideó una solución digna de su genialidad. Decidió unificar su mayor pasión con su peor temor. Dio la orden de que le trajeran este nuevo "soldadito" de inmediato. La ira de este pequeño era conocida por sus centenares de sirvientes que no tenían ninguna intención de hacerlo esperar. Muy pronto apareció el resultado: una fusión de un militar con uno de esos pibes que tanto lo incomodaban al señorcito; un soldado de juguete con gorrita sobre el casco y zapatillas deportivas en lugar de borceguíes. La respuesta tampoco se hizo esperar. De manera firme y solemne el pequeño Cleetoh dijo: -"¡Metanselo en el orto, manga de pelotudos! ¿No pueden hacer nada bien? ¡Lo que yo quiero es que esos pibes sean mis soldaditos, pibes de verdad con armas de mentira y otros soldaditos, como los gendarmes de la entrada del country por ejemplo, que los hagan mierda, que los maten; total a quien carajo le importa!"
Y así fue cumplido su capricho y todo fue bien durante mucho tiempo. El miedo empezaba a irse y la alegría a crecer desmezuradamente. Hasta que estos nuevos soldaditos comenzaron a organizarse y a llevar a cabo impresionantes estrategias con las que lograron primero reducir a los gendarmes, luego usar las armas para entrar a su casa y, por último, llevarse sus cosas y amenazarlo de muerte. El sonido de la pistola accionándose coincidió con la sensación fea y sorpresiva del líquido que mojó sus pantalones del pijama de seda azul con detalles dorados e hizo que se despertara. En una habitación lejana soanaba el audio potenciado del microcine que quedó encendido toda la noche. El flash informativo repetía la noticia con la que el niño se había dormido; algo sobre un "servicio cívico voluntario" para pibes que no trabajaran ni estudiaran.



¿Fin?






Nota publicada en el Diario "Página 12" - Buenos Aires - Octubre 4 de 2010 - página 19

LOS POBRES, AL CUARTEL

Norberto Alayón (*)

(*) Trabajador Social - Profesor Titular (Facultad de Ciencias Sociales-UBA)


El Senado dio media sanción a un proyecto denominado Servicio Cívico Voluntario, con 33 votos a favor, 31 en contra, 2 abstenciones y 5 ausencias. La propuesta, apoyada por la oposición y el pleno respaldo del Vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, está dirigida a jóvenes de entre 14 y 24 años que no estudian ni trabajan, a quienes se les “proporcionará cursos de formación teórico-práctica en temas de defensa civil y capacitación técnica de oficios”. El entrenamiento “se desarrollará en instalaciones de las Fuerzas Armadas”, recibiendo los alumnos “alimentación y vestimenta”, además de “alojamiento en la unidad que se afecte al Servicio”. Se puntualiza expresamente que los participantes “deberán respetar los reglamentos de las Fuerzas Armadas, referidos a normas de convivencia”. El primer objetivo, que consta en el artículo 2º del proyecto aprobado, es “otorgar espacios de contención a jóvenes en situación de riesgo”.



¿Por qué a los mentores de esta iniciativa, pensar en “espacios de contención” para adolescentes y jóvenes en “situación de riesgo” (en condiciones de pobreza y desprotección, habría que precisar) los lleva a pensar en los cuarteles? ¿Desde cuándo los cuarteles son espacios de contención? O habría que preguntarse a qué contención se refiere la norma o en qué pensaron sus autores. ¿Acaso aspiran a una suerte de intento de revitalización directa o subliminal del felizmente fenecido Servicio Militar Obligatorio? Hasta el propio Ejército rechazó el proyecto, que ahora deberá ser tratado por la Cámara de Diputados.



El mismo día que se aprobó este proyecto de ley en el Senado, el Vicepresidente Cobos publicó un artículo de enfático apoyo, titulado “Un desafío para la sociedad”, en un centenario matutino de la ciudad de Buenos Aires. Y un agudo y prehistórico lector, de esos que envían comentarios a los diarios, develó la verdadera y profunda esencia punitiva de esta iniciativa. Le escribió un mensaje de marcado respaldo a Cobos por su nota, finalizando con este ilustrativo párrafo: “Y no tenga miedo de incluir a las Fuerzas Armadas en planes educativos: no sólo los vacunos necesitan bretes”.



Rápidamente se entiende el significado de brete, pero puede resultar útil repasar algunas de las acepciones que figuran en los diccionarios: “en las estancias y mataderos, sitio cerrado con fuertes maderos, para marcar en ellos las bestias o matarlas”; “cepo o prisión estrecha de hierro”.



¿Cuánto de control, de disciplinamiento, de vigilancia, de reforzamiento de la desigualdad, de discriminación, de estigmatización hacia esos jóvenes pobres contiene esta aparentemente beatífica propuesta?



El funcionamiento social empuja y condena a millones de jóvenes a la marginalidad y a la exclusión, y luego aparecen algunos presuntos redentores (con mayor gravedad en este caso, por tratarse de 33 Senadores de la Nación) que proponen “recuperarlos” y “reinsertarlos” a través del confinamiento en los cuarteles militares. La democracia debe garantizar -y está en condiciones de hacerlo- que las políticas públicas dirigidas a los sectores vulnerados y vulnerables se canalicen a través de las instituciones oficiales y comunitarias pertinentes del campo de lo social, evitando el enmascaramiento de pretendidas “medidas de seguridad“, como si se trataran de políticas sociales inclusivas. Y sobre todo, debería garantizar que las instituciones en las que los jóvenes universalmente se forman y educan (la escuela, en primer lugar) sean las que los incluya y contenga.

Una vez más se intenta, por medio de este proyecto de ley, cristalizar la existencia de sociedades duales, convalidar la diferenciación social y vigilar y controlar a los pobres, en vez de apuntar a trabajar sobre las causas más profundas de la pobreza.


En suma, para los jóvenes pobres el disciplinamiento cuartelario y para los jóvenes pudientes los colegios y las universidades privadas.

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