martes, 1 de junio de 2010

A Seguro se lo llevaron preso

(publicado en revista ¿Todo Piola? nº 6)

“Lo fascinante de las prisiones es que, por una vez, el poder no se oculta ni enmascara, se muestra como tiranía en los más mínimos detalles”[1].

Me despierto de la peor manera. Una insistente, poderosa, pero vacía palabra me taladra el cráneo sin parar. Intentando matar lo que me hace vivir, resistir, pensar, amar, luchar. No puedo. Es fuerte, es la misma pero cambia: “inseguridad”, “miedo”, “violencia”, “justicia”. Palabras, mentiras con poder. Dan el empujón al que tambalea. Patean al caído. No confíes en nadie. Aislate. Cuidate. No opines, no discutas, no pienses. Solo repetí: “Inseguridad”. Tené miedo, mucho miedo. Y nunca dejes de pegarle al más débil. Aunque sea tu “pierna”.

¡Basta! Salgo a la calle. Lo primero que veo es un BMW, sobre su vidrio polarizado (obvio), impecable, una leyenda: “Todos miran el resultado pero nadie ve el sacrificio”. A su lado un caballo lleva una familia que sobrevive de lo que otros desechan. Me arrebata una ira que amenaza con llanto; me rescata y me lleva a preguntarme: ¿qué violencia es más fuerte que la desigualdad? ¿Olas de inseguridad por falta de educación? ¿Educar al pobre para que no se rebele y conviva con su pobreza? ¿Mantener el orden de “esto”? ¿Para quién y de quién es la “Justicia”? ¿Es Justo “guardar” a alguien? ¿Es castigo o venganza?

Cuando se mete en cana a alguien se supone que el objetivo es su futura reinserción en la sociedad y corregir su conducta. Pero todos sabemos que esto es mentira. Lo primero que habría que observar es que los presos ya estaban marginados antes de delinquir y que al salir se encuentran aún más excluidos que nunca, porque “afuera” hay cada vez menos chances para cualquiera y sobretodo para ellos. Las casualidades no existen y que las cárceles estén copadas por los más desprotegidos tiene una causa, o muchas. No es cuestión de tener “la verdad” o poder explicar todo, pero nos debemos a nosotros mismos el intento de pensar y de reaccionar. No comernos el primer hueso que nos tiran, al menos sin tratar de digerirlo. Si pensamos que el que sale de la cárcel, no mejora sus posibilidades de ser reinsertado (en realidad no se puede hablar de “re-insertar” a alguien que nunca formó parte), admitamos que lo que se busca es un castigo y una venganza. Se busca una represalia no sólo contra el que “mete caño”, sino contra el que corta una calle, reclamando por su trabajo, el que recibe asignación familiar, los que “desbordan” hospitales y colegios públicos; en definitiva contra los pobres. Y no es solamente una venganza, también y principalmente, es una forma más de mantener esas desigualdades sociales; de que todo siga igual, que nada cambie. Si se trata de volver siempre al máximo de la idiotez, con el tema de bajar la imputabilidad, es en ese mismo sentido, de mantener esta basura, con la sentencia cierta del no futuro. Y en lugar de facilitar herramientas para modificar esa situación de precariedad y marginación, meterlos presos; y cada vez más jóvenes. A un pibe que se sabe sin futuro no pueden importarle muchas cosas. Entonces, ¿los castigamos o les damos la posibilidad real de integrarse en un proyecto y sentirse parte de algo? Se suele decir que la solución es darles “cultura” y “educación”. Esto es cierto sólo en parte, ya que habría que reconocerles sus propios saberes y la existencia, no de una única cultura, de la que algunos tienen más o menos, sino de muchas culturas, la del poder y las culturas populares, siempre luchando la una con las otras, de manera desigual. Por el lado de la educación, también nos quedaríamos “cortos” con solamente pedir “más educación”, si entendemos la misma como una domesticación del pueblo. Hay que trabajar por una verdadera educación que nos lleve de una vez por todas a una liberación, comprometiéndonos de lleno en transformar en victoria nuestra condena.

“Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho (…) Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”[2].

Libertino Proudhon .




[1] Foucault, Michel, “Microfísica del poder”, Madrid, La piqueta, 1992.

[2] Freire, Paulo, “Pedagogía del oprimido”, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1972.

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